Hoy consideramos «santos» a los que la Iglesia ha canonizado tras un proceso en el que queda probada su virtud en «grado heroico». No siempre fue así, ya que en los primeros tiempos del cristianismo los «santos» eran reconocidos tales sin requerimientos canónicos, es decir por aclamación popular. Se trataba de un acto espontáneo de la comunidad cristiana.
Sólo pretendemos probar que fue una auténtica cristiana, que siguió el camino de Jesús en la comunidad de las Hijas de la Caridad, practicando la virtud en grado heroico. Vivió en comunión con Cristo desde su nacimiento hasta gozar con Él en el cielo, después de amarlo en la tierra «con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y con todas las fuerzas» (Mc 12, 30).
Aunque merece una biografía extensa, la hemos reducido a una breve semblanza en la que abundan datos de su vida.
Ojalá que «el buen olor de Cristo» que dejó tras de sí Sor Carmen nos sirva a todos de estímulo para seguir avanzando por el camino del Evangelio. El lector se percatará sobre la marcha de la lectura que, de habernos detenido en otros muchos detalles, éstos hubiesen contribuido a resaltar aún más sus actitudes ante los compromisos sociales, espirituales y apostólicos que le iban llegando sobre la marcha del tiempo.